jueves, 12 de diciembre de 2013

"Nelson A. Rockefeller en la Argentina: una visita incómoda tras el Cordobazo"



Volumen 2, Número 2 (julio 2013), pp. 90-104

 
Nelson A. Rockefeller en la Argentina: 
una visita incómoda tras el Cordobazo

Leandro Morgenfeld

Resumen

Este artículo analiza las relaciones entre la Argentina y los Estados Unidos durante el gobierno de Onganía, a partir de la visita de Nelson A. Rockefeller. Tras el golpe de 1966, se produjo un acercamiento bilateral, luego de años de recurrentes cortocircuitos. Onganía, el líder de los azules, se adaptaba a los nuevos mandatos estadounidenses, que exigían a las fuerzas armadas combatir el peligro comunista interno. Durante la gestión de Krieger Vasena, se alentó la radicación de empresas estadounidenses y aumentaron los préstamos del Tesoro y de la banca privada de Estados Unidos. Sin embargo, el alineamiento tenía límites. La negativa a firmar el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares y a ratificar el de Tlatelolco, hizo que el Congreso estadounidense limitara la provisión de pertrechos militares. Onganía se volcó, entonces, al reforzamiento de los vínculos con Europa. En este período se produjo una visita estratégica para promocionar los intereses de Washington en el país. Rockefeller, enviado por el recientemente asumido presidente Nixon, realizó una gira por América Latina y en junio de 1969 se entrevistó con Onganía. Qué se discutió en esa visita, en el contexto de la relación bilateral, es el objeto de esta investigación.

1. Introducción

El derrocamiento revolucionario del dictador cubano Fulgencio Batista por los guerrilleros del Ejército Rebelde liderado por Fidel Castro, en enero de 1959, implicó un punto de inflexión en la relación entre Estados Unidos y América Latina. Si hasta ese momento la guerra fría parecía lejana, ahora el enfrentamiento bipolar se instalaba de lleno en el "patio trasero" estadounidense. Las Administraciones Dwight D. Eisenhower (1953-61) y John F. Kennedy (1961-63) desplegaron una nueva política hacia la región, con las dos caras habituales: concesiones y agresiones. Por un lado, se lanzó la Alianza para el Progreso (ALPRO), un relativamente ambicioso plan de financiamiento para el desarrollo de América Latina, que supuestamente venía a solucionar décadas de pobreza y atraso[1]. Sin embargo, las promesas de ayuda económica irían acompañadas de una creciente intervención militar. La Central de Inteligencia Americana (CIA) organizó en secreto la invasión militar a la isla, concretada en abril de 1961, y luego todo tipo de acciones terroristas para desestabilizar al gobierno revolucionario. A nivel continental, se implementó la Doctrina de Seguridad Nacional (DSN), y en la tristemente célebre Escuela de las Américas se entrenaron a muchos de los militares que protagonizaron golpes de Estado en los años siguientes. La Casa Blanca presionó al gobierno argentino de Arturo Frondizi para que votara la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos (OEA) y rompiera relaciones con la isla[2], y luego también al gobierno de Arturo Illia, para que se sumara a la fuerza interamericana que intervino en Santo Domingo en 1965, tras el desembarco de marines estadounidenses. Posteriormente, el golpe de Estado encabezado por el general Juan Carlos Onganía, caracterizado por la CIA como un buen amigo de Estados Unidos, implicó un inédito acercamiento bilateral, luego de años de recurrentes cortocircuitos[3]. Onganía se adaptaba perfectamente a los nuevos mandatos estadounidenses, que exigían a las fuerzas armadas combatir el peligro comunista interno. Las fuerzas armadas latinoamericanas fueron una herramienta fundamental del Pentágono para reprimir a los movimientos populares que se expandían por todo el continente[4]. 
            El gobierno de Illia tuvo diversos cortocircuitos con la Casa Blanca. Uno de los lemas de su campaña electoral fue la anulación de los contratos petroleros firmados por el gobierno de su predecesor Frondizi, denunciados como fraudulentos. Esta medida se tomó un mes después de la asunción de Illia. Si bien afectaba a importantes petroleras estadounidenses, no fue una sorpresa para el Departamento de Estado, que poco pudo hacer para evitarlo[5]. Además, hubo fricciones por la Ley de Medicamentos, que alentaba la producción de genéricos y regulaba a los laboratorios extranjeros, muchos de ellos poderosas firmas farmacéuticas estadounidenses.
            El principal foco de conflicto, sin embargo, estuvo relacionado con la intervención estadounidense en Santo Domingo, capital de República Dominicana. La política exterior de Illia, y en particular su relativa autonomía respecto a Estados Unidos, fueron una de las causas del golpe de Estado que lo derrocó. Incluso con una política vacilante y ambigua en relación al conflicto de Santo Domingo[6], la suerte de Illia había sido la misma que la de João Goulart en Brasil dos años antes. En los convulsionados años sesenta, la Casa Blanca no estaba dispuesta a tolerar gobiernos que no desplegaran una acción clara y concreta contra todo lo que Estados Unidos avizorara como una potencial amenaza roja en el continente.
            La llegada al poder de los militares comandados por Onganía produjo un acercamiento a Washington, aunque éste no estuvo exento de idas y vueltas y de límites. El foco de la política exterior estadounidense, por esos años, se trasladó hacia Vietnam, lo que implicó un relativo abandono de América Latina. Justamente, durante la campaña electoral de 1968, Richard Nixon acusó a Lyndon B. Johnson de haber descuidado el "patio trasero". Cuando asumió, pidió a Nelson A. Rockefeller que realizara un largo periplo por el continente, para escuchar los reclamos latinoamericanos. 






[1] Además, desde Estados Unidos se desplegaron estrategias de "diplomacia cultural", para exportar el American way of life. Véase, por ejemplo, Benedetta Calandra “La Ford Foundation y la 'Guerra Fría Cultural' en América Latina (1959-1973)”, AMERICANÍA, NºI, enero 2011, pp. 8-25.
[2] Leandro Morgenfeld “Desarrollismo, Alianza para el Progreso y Revolución Cubana. Frondizi, Kennedy y el Che en Punta del Este (1961-1962)”, CICLOS en la Historia, la Economía y la Sociedad, Año XXI, Volumen, XX, Número 39-40, 2011-2012, Buenos Aires, pp. 133-163.
[3] Mario Rapoport y Rubén Laufer Estados Unidos ante el Brasil y la Argentina. Los golpes militares de la década de 1960, Economizarte, Buenos Aires, 2000; Luiz Alberto Moniz Bandeira Argentina, Brasil y Estados Unidos. De la Triple Alianza al Mercosur, Norma, Buenos Aires, 2004. Estos autores documentan cómo se posicionaron en Estados Unidos distintos sectores, a favor o en contra del reconocimiento del gobierno de facto encabezado por el general Onganía. A diferencia de lo ocurrido con el golpe en Brasil en 1964 -el reconocimiento del gobierno de facto fue inmediato-, Washington en esta oportunidad demoró 18 días en reconocerlo.
[4] Uno de los últimos trabajos integrales sobre el tema es Stephen G. Rabe The Killing Zone. The United States Wages Cold War in Latin America, Oxford University Press, New York, 2012.
[5] Leandro Morgenfeld y María Cecilia Míguez "La cuestión petrolera durante el gobierno de Illia: repercusiones en los Estados Unidos y en las clases dirigentes locales", Realidad Económica, IADE, N. 271, octubre-noviembre de 2012, pp. 51-75.
[6] María Cecilia Míguez "Illia y Santo Domingo: de las columnas de Primera Plana al golpe de estado", CICLOS en la Historia, la Economía y la Sociedad, Año XXI, Volumen, XX, Número 39-40, 2011-2012, Buenos Aires, p. 163 y ss.

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