viernes, 10 de julio de 2015

Estados Unidos y el terrorismo de estado en Brasil: nuevos documentos prueban que sabían todo


OBAMA ENTREGO A ROUSSEFF DOCUMENTOS DESCLASIFICADOS SOBRE LA REPRESION EN BRASIL

EE.UU., al tanto de todos los crímenes

Los archivos fueron entregados en coincidencia con la reunión de ambos presidentes y muestran cómo Estados Unidos era informado en tiempo real sobre los crímenes que cometía la dictadura en Brasil. Un dossier con 538 cables diplomáticos e informes de Inteligencia.






Por Darío Pignotti

Página/12 En Brasil
Desde Brasilia
La presidenta Dilma Rousseff, ex prisionera política, recibió de Barack Obama documentos que revelan crímenes cometidos durante la dictadura respaldada por Estados Unidos. El Palacio del Planalto anunció ayer que informaciones sobre desaparecidos, como el guerrillero Stuart Edgard Angel Jones y el diputado Rubens Paiva, fueron cedidas la semana pasada, cuando Dilma fue agasajada por su colega con una cena reservada en la Casa Blanca.
“La liberación de los archivos es fruto del trabajo de la Comisión Nacional de la Verdad que en 2012 solicitó al presidente Barack Obama la desclasificación de documentos relacionados con el período de excepción.”
En el dossier constan 538 cables diplomáticos e informes de inteligencia que estuvieron durante décadas en poder de la CIA, el Departamento de Estado y el Departamento de Defensa.
“Es interesante ver cómo los órganos de seguridad norteamericanos tenían conocimiento del aparato represivo de la dictadura”, observó el ministro Aloísio Mercadante. “Ellos sabían casi en tiempo real sobre las torturas, sobre quién había sido muerto, sobre quién estaba desaparecido pero no lo informaron a las familias de las víctimas ni a Brasil, que sólo ahora está accediendo a esas informaciones.”
Uno de los papeles desclasificados dice que en 1971 el cónsul norteamericano James Reardon fue informado por la policía brasileña sobre la detención del ciudadano norteamericano-brasileño Stuart Edgard Angel Jones, quien continúa desaparecido desde ese año.
Jones era parte de la organización armada Movimiento Revolucionario 8 de Octubre, la que en 1969 había secuestrado y liberado con vida al embajador Charles Elbrick, en una la operación de extraordinario impacto político realizada poco antes de la llegada al poder del dictador Emilio Garrastazú Médici. Tras ese rapto, Médici, considerado el mayor carnicero del régimen, endureció la represión en la que cayeron Jones y Rubens Paiva, entre otros.
En febrero de 1976, cinco años después del asesinato de Jones, su madre, la famosa diseñadora de modas Zuzú Angel, abordó personalmente al secretario de Estado Henry Kissinger, que había viajado a Brasil para estrechar la relación “preferencial” con el dictador Ernesto Geisel. La valentía de Zuzú Angel, que desafió a los custodios norteamericanos, fue inútil, pues Kissinger no la puso en conocimiento de los datos que el Departamento de Estado manejaba desde hacía tiempo.
Y lo más inquietante: meses después de haber pedido explicaciones al secretario de Estado, la señora Angel falleció en un accidente automovilístico que podría haber sido un atentado urdido por los servicios, similar a otros que mataron a opositores.
En enero de 1971, efectivos de la Aeronáutica secuestraron al diputado Rubens Paiva, exonerado poco después del golpe de Estado de 1964.
Paiva murió un día después de su captura en una base próxima al aeropuerto carioca Santos Dumond, según lo determinó una investigación de la Comisión de la Verdad concluida el año pasado.
Un telegrama diplomático “confidencial” de febrero de 1971 confirma que la Embajada de Estados Unidos estaba al corriente de lo sucedido a Paiva y mantuvo un silencio a pesar de los ruegos de su viuda e hijos.
“Paiva murió durante el interrogatorio o murió de un paro cardíaco o por otras causas” mientras estaba en poder de sus captores, señala el informe elaborado por funcionarios estadounidenses.
Paiva se había sumado a las filas de la resistencia política asumiendo tareas riesgosas como la de llevar y traer correspondencia a los exiliados en Chile, donde los servicios de inteligencia brasileños desarrollaban una tarea intensa: actividades de espionaje político y represión que se incrementarían con el golpe de Estado de 1973, apadrinado por Estados Unidos y los generales brasileños. Está documentado que Brasil envió refuerzos a Chile para interrogar a conciudadanos presos en el Estadio Nacional tras la caída de Salvador Allende.
Otro de los materiales recientemente liberados demuestra que Washington sabía de los cursos de formación que tomaron al menos 16 agentes chilenos en la escuela del Servicio Nacional de Informaciones, instituto que habría sido tomado como modelo por Augusto Pinochet y Manuel Contreras antes de crear la DINA.
Estados Unidos hizo entrega de los papeles el 30 de junio, en coincidencia con el encuentro entre Obama y Dilma que formalizó la recomposición de relaciones. Rousseff pasó la noche del 30 de junio hospedada en la Blair House, residencia para visitantes oficiales próxima a la Casa Blanca, la misma donde pernoctó el dictador Emilio Garrastazú Médici en convite de Richard Nixon, escoltado por Henry Kissinger. En aquella noche de diciembre de 1971 “Wanda”, alias de guerra de Rousseff, estaba presa en San Pablo, donde permaneció casi tres años.
Esta fue la tercera entrega de papeles solicitados por la Comisión de la Verdad y la primera que aporta precisiones que podrán contribuir al esclarecimiento tanto de operaciones ejecutadas por el terrorismo de Estado brasileño como de su sociedad con Washington. Coincidentemente (o no), las autoridades norteamericanas resolvieron liberar parte de sus secretos siete meses después de entregado el informe final de la Comisión de la Verdad creada por Dilma. Los dos envíos anteriores “tenían papeles que nos ayudaron muy poco para nuestro trabajo, no decían prácticamente nada de importancia”, declaró a Página/12 tiempo atrás María Rosa Cardoso, ex abogada de la presa Dilma Rousseff en los años ’70 y luego miembro de la Comisión de la Verdad.

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